Por Felipe Román
Amable y apreciado lector, la definiciĂłn más sencilla de lapsus es “Todo error o equivocaciĂłn involuntaria de una persona”. En el año 1904, Sigmund Freud publicĂł su libro titulado “PsicopatologĂa de la vida cotidiana”, en el cual se dedica a explicar los actos fallidos que conocemos como lapsus.
En este enfoque deseamos, no tan solo referirnos a algunos de estos lapsus, sino especialmente intentar dejar establecido que son normales. Y esto último es sumamente importante, por la voracidad con que actúan en la actualidad los grandes laboratorios farmacéuticos para continuar siendo la actividad económica mundial número uno por los cuantiosos beneficios que deja, muy por encima de las ventas del petróleo y sus derivados y también de armamentos y drogas ilegales.
Estos comerciantes asesinos, haciendo uso desmesurado del marketing y de la promociĂłn muy bien pagada a la clase mĂ©dica, logran que muchos especialistas con sutilezas cargadas de astucia, hagan, por Lo menos, creer a muchas personas que tienen lapsus habituales, no de que podrĂan padecer de demencia, pero sĂ de que su memoria está fallando.
Y que por esa razĂłn serĂa bueno hacerle a la persona una serie de estudios radiolĂłgicos, y recetarle unos medicamentos que son innecesarios y podrĂa causarle daños a Ăłrganos, como el riñón y el hĂgado, además de que la calidad de vida de esa persona termina afectada de manera evidente, porque comienzan a temer que muy pronto podrĂan padecer algĂşn tipo de demencia.
Y esa conducta mĂ©dica es una barbaridad, porque lo cierto es que aĂşn no existe un medicamento que pueda prevenir la demencia, aunque se estĂ© hablando muchĂsimo de que la vitamina K podrĂa lograr ese efecto, algo que aĂşn no ha sido comprobado. Lo que sĂ se sabe que ayuda a prevenir la demencia es tratar de dormir bien. Para conseguir eso, se debe hacer lo que se conoce como “Higiene del sueño”, que consiste en asumir una serie de actitudes y hábitos que nos permitan tener un sueño verdaderamente reparador, como por ejemplo: A) En la medida de lo posible acostarse siempre alrededor de la misma hora. B) Desconectarse desde por lo menos una hora antes de acostarse de todos los aparatos electrĂłnicos. C) Ir dejando poco a poco los medicamentos usados habitualmente para lograr dormir, e irlos sustituyendo por remedios naturales como son las distintas clases de tĂ©, debido a que los más populares de estos fármacos, como son los barbitĂşricos, tienen el grave problema de que imponen el sueño, pero no es de calidad, y peor aĂşn, pueden producir muertes sĂşbitas, debido a que la lĂnea entre “hacer el bien” y producir la muerte es sumamente fina.
Esta es la razĂłn de que muchos adultos mayores que usan barbitĂşricos mueran durante el sueño de la madrugada. Y como somos un pueblo sencillo y hasta ingenuo, entonces los familiares y amistades suelen decir: “se lo llevĂł Dios en paz”. Pero lo cierto es que eso no debiĂł suceder. Además, muchos (as) de los que no mueren, suelen tener fracturas de cadera, porque al levantarse a orinar en la madrugada se caen, porque los barbitĂşricos les provocan mareos y una especie de «atontamiento» que les hace perder el equilibrio, y no tienen habilidad para defenderse, no por la edad, sino por el efecto del barbitĂşrico.
Es bueno que usted sepa que la mayor parte de pacientes que mueren en procesos operatorios, no suele deberse a impericia del cirujano, sino a una aplicación inadecuada del anestésico, que suele ser un producto a base de barbitúricos, debido a que estos son los más usados. Y ya usted sabe de su potencialidad para llevar a la muerte.

Segundo, los medicamentos más populares para inducir al sueño son aquellos a base de Benzodiacepina, pero estos tampoco son «inocentes» porque suelen provocar dependencia.
Deseo compartir con usted que un buen amigo y excelente cirujano le solicitĂł a quien esto escribe que le hiciese una receta de un medicamento -que le dijo otro colega- y aunque es cierto que ese fármaco no era básicamente un barbitĂşrico, sĂ era «primo» de estos. Y como su madre -a quien quiero muchĂsimo- es una octogenaria muy cerca de ser nonagenaria y como sabemos de las fracturas de cadera y todo lo demás, le dije a este buen amigo: Que preferĂa que ella usase el tĂ© de hojas de chinolas -que yo uso para mĂ con excelentes resultados, porque además controla la hipertensiĂłn- e incluso le ofrecĂ darle la literatura relacionada con la eficacia de ese tĂ©. Lo que hizo fue mirarme como sĂ de repente descubriese que estaba hablando con un extraterrestre o un orate en medio de una crisis delirante. AsĂ que se despidiĂł de manera brusca y buscĂł otra persona que le hizo la receta.
Veamos ahora algunos de estos lapsus:
1-Olvido de nombres propios. A todos nos ha ocurrido, que estando hablando con alguien o en medio de una conferencia, al intentar decir el nombre de alguien conocido, no logramos recordarlo y además en el proceso de tratar de recordar, nos suelen llegar a la memoria otros nombres, que rápidamente descartamos, porque sabemos que ese no es el nombre que deseamos recordar. Freud no dijo que eso fuese grave, pero como estaba promoviendo el psicoanálisis, entonces sugiriĂł que ese error de la memoria -lapsus- se debĂa al proceso psicolĂłgico que se denomina represiĂłn, que consiste en enviar hacia el inconsciente todo aquel material que nos ha causado irritabilidad, tristeza o dolor. Y eso produce ese olvido clasificado como activo. Sin embargo, esa explicaciĂłn -en este caso- que podrĂa parecer muy lĂłgica y hasta bonita, no es cierta, porque lo que en realidad sucede es un proceso mental que podrĂamos denominar como cuasi cĂłmico, debido a que el cerebro de cada uno de nosotros, tiene entre otras caracterĂsticas, las siguientes: a) es divertido, b) juguetĂłn, c) y en especial es muy maluco.
Es por eso que goza con hacernos esa trastada, cuando nos ponemos ansiosos en ese proceso de tratar de recordar. Pero cuando el cerebro percibe que no nos ponemos ansiosos en ese proceso, y le decimos a nuestro interlocutor o interlocutores: «En un momentito te digo el nombre», y continuamos hablando con naturalidad, entonces nuestro cerebro, sintiĂ©ndose frustrado por no lograr sacarnos de nuestras casillas, lo que hace es «sacar bandera blanca», en señal de rendiciĂłn incondicional, y en un gesto de nobleza y reconocimiento a nuestra estabilidad emocional en ese aspecto, no tan solo nos envĂa el nombre olvidado, sino tambiĂ©n mĂşltiples datos relacionados con ese nombre. Y aprovecho para pedirle a usted que no cometa la tonterĂa de acudir al mĂ©dico porque se le olviden nombres, porque eso no tiene ninguna importancia. Y tambiĂ©n le puede ocurrir a usted que se le olviden otras cosas, y tampoco debe preocuparse mucho, porque asĂ como vimos que existe el olvido activo, tambiĂ©n está el olvido pasivo. Nuestro cerebro es como una computadora que posee lo que denominaremos almacenamiento cerebral, entonces, recibe muchas informaciones, pero las clasifica segĂşn su criterio, ocurriendo que de manera arbitraria decide considerarlas intrascendentes, banales, insĂpidas, tontas y hasta ridĂculas. Y por esa razĂłn las almacena con categorĂa de pasivas. Y para poder ser «activadas» es imprescindible que nos «refresquen la memoria». Y es algo hasta curioso, porque para nosotros el hecho ocurrido, podĂamos haberlo clasificado como relativamente importante. Aprovecharemos para explicar, que ese es el mecanismo que suele ocurrir en los polĂticos, y por el cual suelen ser mal juzgados, especialmente cuando en campaña son «seductores», o sea, su trato afectivo es histriĂłnico, abrazando, dando palmaditas, etc. Por eso los polĂticos cuando obtienen posiciones de relevancia, tienen asistentes que les informan antes de recibir a alguien de quien se trata.
2-EquivocaciĂłnes en la lectura. Debemos aclarar que no siempre ocurren lapsus por necedad juguetona de nuestro cerebro, sino que puede ser debido a tozudez nuestra. AsĂ, por ejemplo, es bien sabido que para ocasiones especiales es recomendable que nos auxiliemos del telepronter, dispositivo electrĂłnico que nos permite leer un texto, palabra por palabra con riesgo mĂnimo de equivocarnos. Sin embargo, aĂşn está en la memoria colectiva de nuestro amado paĂs, el caso de uno de nuestros ex presidentes, quien en su discurso de juramentaciĂłn, en lugar de usar el telepronter, llevĂł su disertaciĂłn escrita en varias hojas, pero como ya conocemos algunas de las caracterĂsticas de nuestro cerebro maluco, estas hojas se le desordenaron, ocurriendo un momento muy embarazoso y memorable.
3) Perdernos o extraviarnos en un lugar conocido. Freud cuenta que en una ocasiĂłn se extraviĂł y no podĂa encontrar la direcciĂłn adonde se dirigĂa, lo cual le extrañaba mucho y hasta le mortificaba, porque la direcciĂłn era en su mismo barrio, en una calle que Ă©l recorrĂa frecuentemente en su coche -carruaje-, asĂ que hizo una introspecciĂłn -proceso mediante el cual buscamos internamente respuestas a distintas vivencias que nos ocurren-. Y de esa manera, logrĂł encontrar que ese lapsus -olvido activo en este caso- se debĂa a que precisamente en esa calle, poco tiempo atrás, habĂa acudido a evaluar una señora, y como en esos tiempos Ă©l habĂa escrito bastante sobre la histeria, eso influyĂł para que hiciese un mal diagnĂłstico de histeria a una señora que estaba teniendo los prĂłdromos -sĂntomas que anteceden al establecimiento de una enfermedad- de un accidente cerebro vascular (ACV). Y ese error lo convirtiĂł prácticamente en el hazmerreĂr de esa poblaciĂłn. Por eso el temor inconsciente de hacer otra mala evaluaciĂłn, le hizo incapaz de encontrar la direcciĂłn que debĂa hallar con facilidad.
Lamentablemente, en la actualidad muchos mĂ©dicos tambiĂ©n cometen errores en sus diagnĂłsticos, en la mayorĂa de los casos, no por incapacidad, sino por la falta de concentraciĂłn adecuada, cometiendo lo que se conoce como “Yatrogenia”, que son los daños que ocasiona el mĂ©dico con sus actos, gestos o palabras.
En conclusiĂłn, espero y deseo que usted no acuda al mĂ©dico de manera precipitada, y muy ansioso (a) ante cualquier tipo de lapsus, no tan solo porque ya sabe que son normales, sino porque la mayorĂa de los mĂ©dicos cuando reciben pacientes con esas quejas -reiteramos que no son sĂntomas- suelen reaccionar de manera histeroide, y como si fuesen profanos. Casi inmediatamente le podrĂan indicar varios estudios radiolĂłgicos y muchĂsimos análisis de laboratorio que usted no necesita en esos momentos. Y peor aĂşn, lo Ăşnico que se podrĂa conseguir es que usted agote sus magros recursos y que además los medicamentos tambiĂ©n innecesarios que podrĂan indicarle, solo lograrĂan afectar tanto su riñón como su hĂgado. Y que lamentablemente se cumpla lo que dice la Biblia: «Pero una mujer que desde hacĂa doce años padecĂa de flujo de sangre, y habĂa sufrido de muchos mĂ©dicos, y gastado todo lo que tenĂa, y nada habĂa aprovechado, antes le iba peor». (Marcos 5:25-26).
FĂjese que el evangelista Marcos, en lugar de decir que la señora habĂa sufrido mucho por su enfermedad, se lo atribuye a los mĂ©dicos, que la pudieron ayudar, pero tambiĂ©n la empobrecieron.
AsĂ que, si usted acude a los mĂ©dicos por cualquiera de los lapsus, estos al igual que sucediĂł con la señora, le dejarán a usted «seco» = empobrecido.
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